Eduardo y Wallis una historia de amor detrás de una abdicación histórica en Europa
El 10 de diciembre de 1936, ocurrió un evento histórico en Inglaterra: la renuncia del rey Eduardo VIII. A sus 83 años de distancia, seguimos recordando este hecho, que marcó el reinado más corto de la monarquía británica. Eduardo heredó el trono tras el fallecimiento de su padre, Jorge V, pero su amor por Wallis Simpson, una mujer de la alta sociedad de Estados Unidos, lo llevó a tomar una decisión trascendental. A pesar de estar aún casada con su segundo esposo, Eduardo deseaba contraer matrimonio con ella. Sin embargo, consciente de los problemas que esto supondría para la familia real británica, decidió abdicar en lugar de generar controversia. Esta acción no solo permitió su matrimonio, sino que además, de alguna manera, contribuyó a salvar a Europa.
Una abdicación por amor
El 20 de enero de 1936, el rey Jorge V de Inglaterra falleció, dejando a Edward como sucesor. A partir de entonces, sería conocido como Eduardo VIII.
Eduardo estaba profundamente enamorado de Wallis Simpson, pero ella seguía casada. Sabía que si se casaba con ella siendo rey, esto causaría graves problemas en su país. El pueblo inglés no estaba dispuesto a aceptar a una estadounidense como reina, mucho menos si era divorciada. Incluso el matrimonio morganático, un enlace entre personas de distintos rangos, no era una opción.
Ante el dilema de su título y las responsabilidades que conllevaba, Eduardo solo vio una solución: abdicar. De esta manera, el trono pasaría al siguiente en la línea de sucesión, y él quedaría libre para casarse con Wallis. Dejó de ser Rey de Inglaterra para convertirse en Duque de Windsor.
La ONU alerta sobre la grave situación en Gaza:
Según informa la ONU, en la franja de Gaza las reservas de alimentos solo alcanzarán para 4 o 5 días. La situación es crítica y pone en peligro la salud y la vida de miles de personas.
hace años
La inflexible casa real británica se caracteriza por su rigidez hacia aquellos miembros que desobedecen el estricto y arrinconador protocolo de comportamiento. En público, no se tolera ni el mínimo error (La princesa Diana es el ejemplo más evidente). Incluso un rey en ejercicio, Eduardo VIII (1894-1972), sufrió esta intolerancia. Eduardo era el primogénito del rey Jorge V y su despreocupación y ligereza de su personalidad ya causaron preocupación antes de ascender al trono el 20 de enero de 1936. Su superficialidad y, especialmente su relación con una plebeya estadounidense y divorciada...Cuando renunció al trono, Eduardo VIII afirmó: "Todos conocéis las razones que me llevaron a abandonar mi posición, pero quiero que quede claro que al renunciar a mis derechos, nunca olvido mi país y mi Imperio, a los cuales serví fielmente como Príncipe de Gales y Rey".
Por ello, añadió: "Pero deben creerme cuando les digo que me era imposible, sin el amor y el apoyo de la mujer que amo, soportar el pesado fardo de las responsabilidades y cumplir con mis deberes como rey".
Visita oculta a Alemania
En octubre de 1937, solo diez meses después de renunciar a su trono, el Duque de Windsor y su esposa, Wallis Simpson, decidieron realizar un viaje que, aunque permitido por la diplomacia de la época, se mantuvo en secreto: visitar la Alemania de Adolf Hitler.
Durante los doce días de su estancia, el antiguo rey se reunió amigablemente con importantes miembros del régimen nazi como Albert Speer, Hermann Göring, Joseph Goebbels y, por último, Adolf Hitler. Incluso se dejó fotografiar junto a ellos, realizando el saludo del brazo alzado.
A pesar de que las imágenes y la noticia del encuentro se mantuvieron en secreto, más adelante, en los años 50, salieron a la luz gracias a la publicación de los llamados "archivos Marburg". Estos documentos y fotografías fueron capturados por el Ejército estadounidense en la Alemania de posguerra, pero no fueron revelados hasta pasada más de una década.
Este episodio histórico puso en relieve el peligroso juego ideológico en el que el Rey del Reino Unido y el líder nazi estuvieron envueltos. Afortunadamente, la abdicación de Eduardo VIII y la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial impidieron que estas preguntas tuvieran que ser contestadas. ¿Hubiera promovido el Duque de Windsor una política de acercamiento con la Alemania nazi si se hubiera mantenido en el trono? ¿Hubiera declarado la guerra a Alemania tras la invasión de Polonia? ¿Qué consecuencias hubiera tenido para Europa la expansión del nazismo? Son preguntas intrigantes que nos deja la historia y que solo podemos responder en una ucronía.
HACE HOY AÑOS
David (hablando al Príncipe de Gales), os pido que mováis la mesa del comedor hacia atrás para que haya espacio suficiente para los 10 comensales. Y, por favor, que Finn nos haga unas sillas sin brazos. Aquí incluyo mis sugerencias para el seating en la mesa. Propongo dos tipos de cócteles y un vino blanco, además del rosé habitual, que, por supuesto, ofrecerá el servicio. Por último, aunque no quería molestarte con estos detalles, quiero que sepas que confío en tu criterio y en tu habilidad para acertar siempre en todo.
Estas eran las palabras de Wallis Simpson en una carta a su amado, el rey de Inglaterra y emperador de la India, Eduardo VIII, en agosto de 1936 desde su residencia en el sur de Francia. Él confiaba plenamente en el buen gusto de Wallis y en su capacidad para tomar las decisiones acertadas.
Apenas siete meses antes, Eduardo VIII había ascendido al trono, a la edad de 42 años. Estaba profundamente enamorado de Wallis, tanto que había roto con el protocolo real al presenciar su proclamación desde una ventana del palacio de St. James, estando ella todavía casada.