Descubre las icónicas obras de arte de Frida Kahlo: Top 10 imprescindibles
La célebre pintora mexicana, cuya importancia en la historia del arte es indiscutible, merece ser homenajeada en todo momento. En esta ocasión, hemos elegido cuidadosamente las 20 piezas más destacadas de su carrera.
El recorrido de vida de Frida Kahlo
Frida Kahlo, una artista nacida en Coyoacán, Ciudad de México, el 6 de julio de 1907. Hija del fotógrafo Guillermo Kahlo y de Matilde Calderón, mexicana. A los 6 años enfermó de poliomielitis, dejando su pierna derecha más delgada y haciéndola sentir sola y alejada de los demás niños.
En 1925 sufrió un grave accidente que la dejó con secuelas permanentes, como la fractura de su columna vertebral, clavícula, costillas, hueso pélvico, pierna derecha y pies. Se sometió a más de 30 cirugías y tuvo que usar corsés para el resto de su vida. Este evento marcó un antes y un después en su vida, ya que comenzó a pintar y expresar su dolor a través de su arte.
A lo largo de su carrera, Frida creó 150 obras, la mayoría autorretratos que reflejaban sus traumas y experiencias personales. Su relación con el también artista Diego Rivera fue tormentosa, llena de infidelidades y culminando en un divorcio y posteriormente, un nuevo matrimonio.
Además, muchas de sus obras también muestran la angustia de Frida por los tres abortos que sufrió a lo largo de su vida, a causa de las secuelas físicas que le impidieron tener hijos. A pesar de todas las dificultades, Frida Kahlo se convirtió en una destacada y reconocida artista del siglo XX.
Los principales trabajos de Frida Kahlo
Este es el primer autorretrato de Frida Kahlo. Lo creó después de sufrir un accidente en 1925. Para demostrar su amor y recuperar su afecto, se lo regaló a su compañero de clase y novio, Alejandro Gómez Arias.
Autoimagen con collar de púas
Frida Kahlo: El sufrimiento y el amor en su autorretrato de 1940
En el año 1940, después de un breve matrimonio que duró solo unos meses, Frida Kahlo pintó uno de sus autorretratos más icónicos. En él, la artista aparece con un collar que evoca la corona de espinas de Cristo, representando su sufrimiento. A su alrededor, tres animales simbolizan diferentes aspectos del amor: un mono que representa el amor no correspondido, un colibrí que simboliza la suerte en el amor, y un gato que refleja la mala suerte.
Imagen propia en el límite MéxicoEstados Unidos
La obra de Frida pintada durante su convivencia con Diego en Estados Unidos muestra la frontera entre dos países y dos estilos de vida completamente diferentes. Por un lado, México, representado por su naturaleza exuberante y sus culturas indígenas. Y por el otro, Estados Unidos, con su enfoque en la industria, los rascacielos y los inventos modernos.
La unión celestial del amor universal
Frida Kahlo aborda en este cuadro dos temas fundamentales de su vida: su experiencia frustrada como madre y su dependencia emocional hacia Diego Rivera. En esta obra, como en otras de su autoría, también se hace presente la influencia de la cultura y la cosmovisión de la antigua México.
Para Frida, la maternidad representaba una gran carga emocional debido a su incapacidad para concebir y llevar a término un hijo. Este tema se hace evidente en el cuadro mediante la figura de la mujer con el vientre abierto y vacío, rodeada de elementos que simbolizan la fertilidad y la maternidad.
Sin embargo, la artista también plasmó en esta obra su complicada relación con Diego Rivera, a quien vio como su figura paterna y su pareja amorosa. La dependencia emocional hacia Rivera queda retratada en la figura que lo rodea y se alimenta de él, como una metáfora de la absortización de Frida hacia su compañero.
Además, Frida se inspiró en la mitología y la cultura prehispánica para darle un sentido más profundo a su creación. La presencia de elementos como el tocado de plumas en la figura central y las máscaras de dioses mexicas, nos remiten a la conexión que la artista sentía con sus raíces y su identidad nacional.
Un Amor Inmortal La Historia de Frida Kahlo y Diego Rivera en
"Soy Frida Kahlo, y en compañía de mi esposo, Diego Rivera, pintamos estos retratos en la hermosa ciudad de San Francisco, California, para nuestro amigo Mr. Albert Bender, en el mes de abril de 1931". Así lo relata Frida en la etiqueta del cuadro.
La columna rota
Una representación simbólica del sufrimientoEsta obra fue creada después de que la pintora se sometiera a una cirugía en la columna debido a un accidente que sufrió en su juventud.
En el rostro de la artista, se pueden ver claramente las lágrimas que reflejan su dolor.
Perro Itzcuintli conmigo
Las dos Fridas
Ambigüedad de la identidad: la dualidad de un iconoEn ella, se refleja una contradicción, una mezcla de culturas y un fuerte simbolismo. Esta mujer, que viste tanto de manera tradicional mexicana como del tipo europeo, habla del conflicto interno que surge al enfrentarnos a diferentes identidades.
Las dos mujeres de sus pinturas, en apariencia opuestas, comparten un vínculo a través de sus corazones entrelazados por arterias, venas y sangre. Es una representación metafórica de las diferentes partes de nosotros mismos que pueden coexistir, incluso con contradicciones.
Esta dualidad es un fenómeno común en la sociedad moderna, en la que nos vemos influenciados por múltiples culturas y experiencias. Nos enfrentamos a una constante lucha por definir nuestra identidad, entre lo que se nos ha enseñado y lo que queremos ser.
Con su arte, esta artista nos invita a reflexionar sobre nuestro propio viaje hacia la identidad, y cómo podemos abrazar nuestras diferentes facetas sin perder nuestra esencia. Nos recuerda que, aunque podamos ser una mezcla de culturas, seguimos siendo nosotros mismos, conectados por nuestro corazón y nuestra sangre.
Sin esperanza
La pintora creó una de sus obras más inquietantes mientras se alimentaba mediante un embudo, negándose a comer. En este cuadro, la muerte está simbolizada por la descomposición de los alimentos y finaliza con una calavera típica del folclore mexicano.
Autorretrato
En 1926, a los 19 años de edad y con secuelas de un grave accidente que la mantuvo postrada en cama por un largo tiempo, Frida Kahlo pintó su primer autorretrato. Durante ese periodo, su campo de visión se limitaba a contemplar el techo de su habitación.
Conmovida por la situación de su hija, la madre de Frida diseñó un caballete especial que le permitía pintar acostada. Además, colocó un espejo al lado para que Frida pudiera al menos verse a sí misma. Debido a esta innovación, fue que Frida inició su trayectoria de autorretratos, siendo este el primer cuadro que marcó su búsqueda interior.
A pesar de lo que se cree, Frida no se retrataba para ensalzar su propia figura. En realidad, ella se percibía como alguien poco agraciada y demasiado delgada. En sus autorretratos, no buscaba embellecer su apariencia, sino que resaltaba aquellos aspectos considerados "antiestéticos", como sus cejas unidas en forma de corazón.
En ningún momento, Frida imaginó que esta "sinceridad" en sus autorretratos se convertiría en su sello característico y despertaría el interés a nivel internacional. Su obra atrajo la atención de la comunidad artística y su autenticidad fue elogiada por su honestidad y valentía.
Las dos Fridas
En este cuadro, Frida ha tomado como inspiración los recuerdos de una amiga imaginaria de su infancia, su propio alter ego. Representando así sus dos herencias culturales: a la izquierda, la influencia europea, a la derecha, la influencia indígena.
Ambas están unidas por la sangre, las arterias que se ven en el corazón expuesto. En uno de los retratos, el corazón aparece abierto en un corte transversal, mientras que en el otro se muestra su superficie exterior. Uno simboliza el corazón de Cristo, mientras que el otro evoca los sacrificios religiosos del pasado precolombino.
Cada una de las "Fridas" lleva consigo atributos distintivos: la Frida europea sujeta una tijera en su mano derecha, que ha cortado una de las arterias que gotea sobre su regazo, vestida con un traje blanco. Mientras que la Frida indígena sostiene en su mano izquierda un pequeño retrato de su amado Diego Rivera, conectado a una de las arterias del corazón.
La obra "Autorretrato con collar de espinas" de Frida
En el año 1939, Frida se había separado de Diego Rivera, un fracaso en su historia de amor que la marcó profundamente. En su pintura "Autorretrato con collar de espinas", ella plasma este doloroso sentimiento.
Para representar su sufrimiento, Frida utiliza símbolos naturales combinados con elementos de la cultura cristiana y la indígena mexicana.
El collar de espinas, como una corona de Cristo, simboliza el estrangulamiento y las heridas causadas por la traición de Diego. De sus ramas cuelga un colibrí muerto, tildado como símbolo de "suerte en el amor" en la tradición mexicana o de Huitzilopochtli, dios de la guerra.
Al mismo tiempo, el colibrí es acechado por un gato negro, un mal presagio, que se posa en el hombro izquierdo de Frida.
Sobre su hombro derecho, se encuentra un mono doméstico, presuntamente un regalo de Diego Rivera. En un juego, el mono jala el collar, causando que las espinas se claven en el pecho de Frida.
Alrededor de los personajes principales, un universo de mariposas y libélulas simboliza la resurrección y la esperanza de un nuevo comienzo.