Descubre la historia detrás de la emblemática Casa Barre Fernando el Santo
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El origen de las casas de hospedaje, conocidas como "estilo coronista", se remonta a tiempos inmemoriales. Los escritos sagrados ya nos hablan de esta práctica extendida entre los primeros patriarcas, por lo que debemos otorgar al padre Abraham el crédito de su invención.
En aquellas épocas primigenias, esta venerable costumbre aún conservaba la sencillez del evangelio y no era tan refinada como en la actualidad, de la que somos testigos nacer tres o cuatro mil años después. En ese entonces, su funcionamiento se limitaba a tener siempre las puertas de la choza paterna abiertas -si es que la había- para dar la bienvenida al cansado peregrino que, sin más equipaje que su bordón y su calabaza, se encontraba vagando por esos parajes desconocidos a deshora. La hospitalidad consistía en ofrecerle un rinconcito en la estera que hacía las veces de cómodo sofá y cama, y servirle un plato de bellotas o algo similar, acompañado de su propio cántaro de agua.
No se puede negar que, si consideramos esta simplicidad desde un punto de vista poético, tiene su encanto. Además, si leemos los libros bíblicos por su valor religioso, podemos apreciar los maravillosos recursos que encontrarán en esta elemental temática. En cuanto a la literatura profana, está el ejemplo de Virgilio y Fenelón, dos grandes escritores que, a pesar de no ser precisamente ignorantes, se dieron cuenta de que la hospitalidad era el génesis de toda poesía y una excelente herramienta para plasmar en sus obras. Así, ellos incorporaron a sus personajes a dos semi diosas: Dido y Calipso, respectivamente (dos damas respetables, que no tenían la obligación de contar con un permiso de hospedaje público o privado), con quienes compartieron su sabiduría y el amor por la poesía. Ambas damas tenían la costumbre de colocar pequeñas notas en sus balcones (como era el uso y costumbre en esos tiempos)...